Salir de casa, de la oficina o de la pelu y no cruzarte con un runner es como ir al SOS y no saludar a alguien conocido. Imposible. Dicen que por la noche la gente duerme. Leyenda urbana. Siempre habrá alguien que se levante dos horas antes de ir currar para hacer su ruta runtastic correspondiente y recoger la caquita de su perro.
Los gimnasios siguen sudando por los cristales, pero está claro que a la peña ahora le mola sudar al aire libre. Porque aunque ya se les considere la onceava plaga que un todopoderoso del ejercicio mandó a la tierra, si conocéis a esa mente pensante que decidió abandonar el templo del hedor compartido y dejar de correr en cinta para hacerlo en las vías urbanas, presentármelo que me caso con él.
Pero en realidad, el ‘be runner’ lo inventó tu madre. Sí. Fue aquella tarde de tu adolescencia en la que preocupada por enseñar ombligo y no raja le dijiste que querías apuntarte a batuka. Era tu intento por convertirte en una wannabe triunfita con el negocio de Kike Santander. Ella te miro y te dijo: anda anda, avisa a tus amigas, ponte las mallas, compra unas buenas zapatillas y a correr, que aquí hay mucho campo.
Y ahí empezó todo. Con tu madre interpretando el papel de visionaria. Se adelantó a las quedadas postureicas de chicas los martes y jueves donde Ana le cuenta a Marta que Pablo hoy no le ha dado los buenos días whatsapperos. Defensora del home-made, prefería comprarte los cds y dvds de Batuka Latin de Jessica Expósito y que bailaras en tu salón bien hermoso. Ah! Y te dijo aquello de: ¿qué no te gusta la coliflor? Pero si no la has probado.
Pues eso. Como la tónica. Si no la toleras, es porque no la has probado. Me cuesta un Tourmalet. Al igual que ser runner. Y hablando mal y pronto, como lo del ron cola. Atreverme a dar el salto es como si mi madre dejara de ceñirse al Baileys. Ella no sería una madre. Y yo no sería yo.