A las madres, siempre. No fui una niña de pataletas ni una adolescente rebelde. Sólo recuerdo un castigo de mi madre y fue por no querer decirle que tenía noviete. Hace cosa de un mes defendí ante mis amigas íntimas, la ley de que a las madres hay que entenderlas. Porque sí. Creo que ha sido una de las pocas veces que he sentido la madurez en mis carnes y el instinto de madre, que no de querer serlo. Mudar la piel al cuerpo de una madre es complicado. Y si hablamos de amores, la cosa (sí) se va algo de madre.
La razón de esta defensa maternal tiene un porqué. Una noche compartí esos momentos que se suelen colgar en Instagram cuando ya te has tomado la segunda copa. Es decir, la típica foto de aquí estoy yo con una amiga y es puro?. Y yo, que soy de llevarme fenomenal con las ex y los ex de mis amigos cuando ellos ni los pueden ver, recibí un DM de su ex. Tras escribir un: “dónde estáis” seguido de un “dale saludos” para camuflar la directa muy directa, le dije a ella: sabes que si estuviéramos ahora mismo en Madrid, él vendría sin dudarlo. No tía, ¿qué dices? Ni de coña.
Meses más tarde, estos dos ya han retomado los 15 años que llevaban sin hablarse y sin verse las caras. Esa story fue la chispa del amor y del por qué no. Por eso, cuando mis amigas me dicen que tengo más peligro con las Redes Sociales que Jamie Vardy en esta Premier, les digo que soy más una Morata de la vida. Tengo veinte mil oportunidades, pero sólo una va para dentro.
Y así, como si Alvarito hubiera marcado el gol de Champions, me convertí en Celestina. Vendo consejos que para mi no tengo.
Pero ¿y lo de las madres qué? Por lo general, las madres que me rodean no son de abanderar el mensaje de: “mientras vea a mi hija feliz, a mi plín”. Al menos no de primeras. No les pidas que comprendan que eres amiga de tu ex y ni mucho menos que has vuelto a retomar la relación. Jamás lo comprarán. Madres que han vivido el fervor de los setenta y ahora tienen sesenta. Pero les duele. Y piensan que si ya te hizo daño una vez, el dos siempre viene tras el uno. Por eso hay que darles tiempo porque quizás algún día, tú también tengas esa piel con dolor de madre.
Siempre he querido contar que he formado parte de esta historia. Amiga, no te enfades. Te quiero y tenía que hacerlo. Y si lo haces, hazlo con Brad Pitt y Jennifer Aniston. Ellos hoy han confirmado que se puede. Se puede volver, se puede ser amigos. Reencontrarse y poder sonreír. A la cara y mirando a los ojos. Mamá, que se puede.