elecciones

¿Qué queréis que os diga? Yo no doy pa’ más. No sé si cantar el alirón, el “ieieoh” o “alcaldesa, alcaldesa”. Creo que sigo borracha después de tanta resaca futbolera, eurovisiva y política. Ojeras, artritis en los dedos de las manos, complejo multitask y de mujer multipantalla, el síndrome de codo en barra y el rebujito del ‘Spain is different’. Ésta es la evidencia que deja el fin de semana. Hoy lunes, todo es bajonazo y no sé si estoy dispuesta a socializar en coalición.

Pero no hemos venido aquí para hablar de casuística electoral ni futbolística ni para sacar nuestro eurofan más oculto. Toca hablar de ÉL. El nuevo hombre moderno. Ése que habla de política sin berrear. Consumidor de prensa matutina porque las tardes son para vestirse de corto (con medias y no de Feria de San Isidro). Le gusta un palique mesurado en el bar de debajo del trabajo mientras come una napolitana de crema con cuchillo y tenedor. Madruga para meter el sobre el urna. La otra metedura tuvo lugar anoche. Con la cuenta siempre a pachas y en la cama, pues también. Tras la votación, te invita a desayunar lejos de las franquicias. No queremos que seas (tan) políticamente correcto, pero jodidamente lo eres.

Nos pone muy mucho las tertulias entre copas con colegas. Él no puede evitar mirar de reojo la Sexta Noche mientras suena la playlist ‘Cena con amigos’. Nos mola. Y lo que es peor, hemos llegado a aceptar que se quede SOLO en casa viéndolo. Además, hemos instagrameado su foto bajo el título ‘So lovely’ con los pies enfundados en sus calcetos de rayas. Te sobran los likes.

No tenemos remedio. Primero nos enamoramos de ellos por hablar y beber de fútbol y ahora nos pone que hablen hasta de la coleta de Pablo Iglesias (tú siempre hablarías de la de Cifuentes, obviamente).

Está claro que hablar de política es el nuevo hablar de fútbol. Eso sí, siempre con criterio. No se aceptan argumentos de borregos. Ni berridos. Como en el fútbol.