cerveza

Mira que me empeño en no escribir sobre el alcohol para no parecer lo que no soy. Pero como no podemos desligarnos ni de nuestro nombre y menos aún, los buenos bebedores, aquí va. Un estudio reciente dice que los estudiantes que se embriagan con litros de cerveza están mejor alimentados que los que no la beben. Pobres, ya la pedirán matrimonio… Así que todos tranquilos. A seguir bebiendo, que al parecer forma parte de la pirámide alimenticia.

Quien dice estudiante dice eterno estudiante. Y es precisamente ahí donde todo arranca. En esa franja que se inicia el primer año y ya nunca termina. El primer sorbo es difícil de tragar, como muchas otras cosas en la vida. Luego, vas de buen entendedor y prefieres el sabor en cristal a una lata. Con los años, te crees un sibarita y Cruzcampo te parece la peor cerveza del planeta. Eso lo saben hasta en Andalusía. Pero en verdad, eres capaz de beber hasta lo que te ofrezca un turco. Y así vas madurando. Descubriendo quién eres con los quince botellines de aquel almuerzo-merienda-cena.

La madurez sabe a cerveza o se le parece. Ni a café ni a Jagger. Aunque puede que sí a tónica. Suena a varias escuchas de Metronomy o a la adoración por el oscurantismo de ‘Humbug’ hasta acabar queriendo follar cada una de sus canciones.

Nunca te fíes de alguien que no bebe cerveza. En general y metiendo el filtro a todo, de nadie que no alce su codo con bebidas espirituosas. A veces somos muy nazis, pero yo sin el alcohol no me la juego. Y con mi alimentación tampoco.