«Lisboa es rara. Es una ciudad de la que tengo recuerdos de cosas que no he vivido. Pero eso me hace ir despacito, más tranquila, con dos dedos; torpe pero acertando en las letras que quiero dar”.
Así es ella. Un déjà vu de historias. Una continuación de lo que hemos sido estos años. No la conoces pero ya sabes que te va a gustar. Te vas a enamorar. Te pega Lisboa. Es muy tú. Ya verás. A pesar de la lluvia. De la humedad. Cuesta arriba y cuesta abajo. Como la vida. Querrás volver. Más de una vez. Y lo harás. Lo haremos. Porque amiga, Lisboa era la prueba definitiva a un amor nuclear. No tuvimos mucha suerte, simplemente nos tuvimos. Ella es amor, sus miradores lo dicen. Pero no olvidar que (esta) Lisboa es para los amigos y nosotros no fuimos a ligar. Sino a brindar. Y mucho.
Unas mudas y a correr. A correr al Barrio Alto. Desde Intendente. Con las chicas de Intendente. A Rúa Diario de Noticias. Para estar como en casa con mayoría periodista. Estábamos tan nerviosos que pusimos los kleenex antes del reencuentro. Los agentes externos quisieron boicotear la jugada pero no les funcionó la pizarra. Puro chantaje. Gripazos y antibióticos y toda la existencia del higiénico porque en este grupo no somos nada escatológicos. Ya nos conocemos todos. No tenemos dieciocho pero joder, esto se parece mucho a hace diez años.
La rica salsa canaria se llama mojo picón. La crisálida. Eva de llaves. La letrina y el baño de abañil. El serrucho. Un frango desencadenado detrás de otro. La Séneca. El Erasmus. Mucho bacalhau. Disculpa, pero eres más portuguesa que el vinho verde y la ginjinha. Pasteis en el salón y azúcar glas. El 28 llega tarde. Un tuk-tuk. Discotexas y que el Europa al final era un after. La vida live. Y el círculo. Y abrazos. Muchos abrazos. Lo lamento, pero sois “uno de los que quiero”. Y cuando “suelto amarras, ya no vuelvo al puerto”. Alargamos las vocales como nos empeñamos en alargar la despedida. Ahora, la puerta del gran viaje a Lisboa se cierra para dar la bienvenida a un nuevo encuentro. Ojalá pronto. Ojalá otra vez.
No te fíes de nadie que no le guste esta ciudad. Lisboa es para mirarla. Patearla. Para sudarla a mares. Para unas Sagres y unas Super Bock que saben a Fiestas de la Paloma. Lisboa puede ser muchas cosas. Pero durante cuatro días ha sido solo para nosotros. La suerte existe pero no con los amigos. Se llama feeling. Y siempre lo hubo. ¡Ay qué bien, qué bien Lisboa!