Los protagonistas de Love se han propuesto dar(nos) mucho miedo. En este año, en el que han sucedido #cosas. Y a la vez no ha sucedido nada. Mickey y Gus lo han vuelto a hacer. Se han empeñado en ir de la mano con una generación pre o post. En conectar su relación con las nuestras. Y en refrendar la postura del #NoEstoySola. Mil gracias.
Te contarán que es la nueva Girls. Que es la nueva comedia romántica. Pero no es una serie para amortizar Netflix. Que lo sepas. Mola haberla visto cuando casi nadie hablaba de ella. Aquí ya lo avisamos: solo algunos la vimos (y lo hicimos) primero. Creímos sin haber visto porque somos fieles al sello Judd. Y ahora solo nos queda contar lo que apuntamos en las notas del móvil mientras devoramos sus historias capítulo a capítulo. Des-pa-cito ante el miedo de quedarnos huérfanos de la serie que lo es todo. Empezamos.
El olor del sexo. Dicen que el género female posee un sexto sentido. Verdad. Pero quiero que sepáis que cuando alguien ha follado, se intuye. Se nota, se siente, el sexo está presente. Y se huele. Y no me refiero a abrir la puerta tras mojar mis sábanas blancas recordándote, sino al “tú ayer follaste”, amigo. En Love también desprendían ese tufillo que te acompaña las veinticuatro horas posteriores a. ¿Lo oliste?
Repite conmigo: “No le vas a escribir”. No le voy a escribir. Lo has decidido. En frío. Un martes mismamente. Ya está. Interiorizado. Pero siempre, siempre sucede algo. Una (no) casualidad que conecta tu cerebro con tu dedo pulgar y ya se lo estás contando. Oye, que ha perdido el Madrid. Oye, que nunca me devolviste el disco de Los Arctic. Oye, que…hola! Pero ¿por qué? Se llama buenismo. Y estás rozando el nivel experto. Y ya basta. Borra antes de pulsar enter. Y vuelve atrás. Como cuando tu novio te dejó y renombraste a tu madre con AA como contacto para emergencias. Grabátelo a fuego: ignorar es Love.
¿Es tu novio? No, es un tío con el que voy al cine. Con el que termino las frases en primera persona del plural y a la vez y también, las que dejamos a medias. Con el que no me canso de prolongar un brunch + cine después de haber follado (y dormido) la noche anterior. Y salir de farra hasta las mil. No es mi novio, pero no quiero follar con nadie más. Y ya.
Los besos en el pelo. Dar(se) la mano como saludo. Y los besos en el pelo. Y “Escríbeme cuando quieras” porque te estoy diciendo “te quiero”.
The Shins como banda sonora de todo. Y Broken Bells. Y Mark Oliver Everett.
Charlas sobre enfermedades y planes de pareja. Pues «yo de (más) mayor quiero poder conciliar mi vida laboral con mis hijos». En plural. Sobrevivir a un porque tú “odias a las parejas”. Típico reproche fácil para contrarrestar el muermo que sois y la mierda de planes que hacéis. Vivo tranquila al pensar que no necesito irme de vacaciones en Semana Santa porque compartir camisetas es mejor que compartir contraseña de Netflix. Una talla M de chico, please.
“Me siento cómoda con el dolor, no estoy acostumbrada a la felicidad”. Como tú, que traduces su tequiero en un “ay, ojalá”. La venda antes de la posible herida. Y te olvidas de ser feliz en el ahora.
Tenemos el jersey roído con agujeros de Zara. Hemos hecho un Hadid con el mix de camiseta más vestido lencero y sabemos que el escote está en las axilas y en la espalda (con bralette de encaje), pero queremos el armario de Gillian Jacobs. Ahora que su peto by Carhartt es estrella de la galería de Vogue, póngame dos. Todas queremos vestir como Mickey y conseguir esa madurez millenial incongruente.
El próximo año, a la tercera seguirá yendo la vencida. En plenos casi, Mickey y Gus lo volverán a hacer. Y nosotros también.
Los after de las series, como en la vida, a veces molan. Y éste mola todo. Gracias Love. Por tanto.