No me refiero al no género. Sino a esa manía millennial que nos ha entrado por añadir –er a todo como sinónimo de oficio y (el suyo) beneficio. Agend-er viene de agenda. Masticadito. Como las listas de innumerables recordatorios que os lanzo. ¿Hoy que teníamos? ¿Este finde había algo? Me falta mandaros un e-mail para concertaros una cita con el supermercado.
Pero ya está una cansaíta de ser el google calendar. Una alarma con voz de madre. No es un don, es un deber intrínseco. Vale que siempre fui de recordar qué outfit llevaba el 2 de octubre de 2012, y también cuál era tu hato. Pero se llama memoria fotográfica. Porque lo fotografía(ba)mos todo al grito de “foto Tuenti” como nuevo bautismo de «Say cheese». Si quedas con alguien, has de ser capaz de saber que lo has hecho. Y ahora que os habéis echado novio con el verano, cuidado con no recordar el mes aniversario. Grábatelo a fuego porque las crisis empiezan por ahí y no vale echarle la culpa a las olas de calor minifalderas.
Ojalá esta función tomara del sin género esa posición neutra. Pero el caso es que al final siempre te acabas mojando. Tú no. Servidora. Los dineros de los cumpleaños, fechas de conciertos o quién compra el botellón. Si hemos sido capaces de adoptar el verbo agendar a nuestra jerga nuclear al igual que los anexos fetén o drama ¿por qué no anotas las cosas en la maldita agenda?
Si nunca supiste entender el bonito affaire que surge entre el boli y el papel. Ante todo, no supiste amar. Pero aún puedes trabajarte la historia. Pico y pala y lánzate a la conquista de la positiva Mr. Wonderful, la cultureta Blackie Books o la clásica encuerada de toda la vida. Será como ir a un concierto y entonar todos los temas. Otro rollo.
El diagnóstico podría traducirse en complejo de Agenda Setting. Solo que en mi caso, no ejerzo de influenc-er sobre las masas. Aún no tengo ese doctorado. Se me ha adjudicado el sambenito de ser canalizadora de todo. Un puto filtro. Pero habéis de saber que lo tengo, pero no lo soy.
Cuando todo el mundo me deba un favor…a ver quién es el guapo que lo apunta. Tranquil@s, que las etiquetas y los post-it los pongo yo. O quizás esta vez se me olvide como al beber un chupito de jager.