Ahora que dejáis de ser tan andorreros y volvéis a ser personas (medio) normales con una agenda sin apretar de tanto polvorón, es momento de hacer un rewind y desenmascarar a ese ser en que os convertís durante el mes de diciembre. Ya es hora de ponerle cara al fantasma de la Navidad.
Atento porque puede que seas tú.
Desde finales de noviembre, el tufillo de la Navidad está en el aire. Más bien en la nube porque es tu teléfono quién recibe todos esos mensajes en formato comanda a través de un “elegid fecha”. Un copy&paste presente en todos los grupos de whatsapp habidos y por haber. Cenita de chicas, comida de antiguos compis, cena de empresa o cañitas con los colegas (machotes). Sois carne de horror vacui. No os vais a querer más por quedar a comer o por no ir a la casa de tu cuñado a abrir los regalos de Reyes de tu sobrino postizo.
A este cuadrante de fechas y reservas hay que sumarle el nivel que va adquiriendo la cosa año tras año. Si toda la vida hemos ido a Tinín, ¿por qué cambiarlo por la gastroteca de fulanito? ¿Es que hemos dejado de ser quinquis? ¿Desde cuándo cobráis la paga extra? ¿Soy una borracha por ejercer mi derecho a “bebida incluida” en el menú? Lo que empezó en el Boñar de León no debería convertirse en la cena más cara de la historia.
Pese a que entremos en la nueva década, no somos los nuevos ricos y tampoco queremos comprar un décimo a medias. Y del amigo invisible mejor ni hablamos. No tenemos un mes libre de cumplir años como para pensar en estos jueguecitos escolares. Ya tuve bastante cuando le tocaba al pasota de la clase regalarme un detallito que acababa en la basura o un mercadillo solidario. No por mucho regalar(te) voy a querer más.
Esto de las quedadas navideñas es como el regalo impostado de la suegra o como acompañar a tu noviete de concierto. No compres y regala más. Y eso de “lo importante es juntarse” se está convirtiendo en el “he tenido mucha suerte” de las cenas de Navidad. Un clásico como la Lotería.
Como dar discursitos está de moda, otro día hablamos de esa manía que os ha entrado por no salir la última noche del año. Que luego soy yo la dis(tópico) de la Navidad, pero vosotr@s estáis de un raro que pa’ qué.