Quedar para hablar. Quedar para comer. Quedar para café. Quedar para pasear. De toda la vida de Dios se queda para salir. Si no, ¿de qué?

A veces, tras un domingo en posición horizontal me imagino a mi madre diciéndome eso de: “hubieras estado mejor si te hubieras quedado en casa”. Pero la verdad es que no es de esas. ¿Qué le vamos a hacer? Más bien es de la escuela si no lo haces ahora, ¿cuándo? No sé si tiene algo que ver que jamás me levantara la persiana en mis tiempos más teenager para decir que ya se veía. O igual sí.

El caso es que me gustaría conocer a alguien que se plante como en 50×15 y diga eso de hoy no salgo, tía. Yo me encierro (a veces) en la caverna de Platón pero luego veo las sombras y no me queda más remedio que salir y hacer un pa’lante. Y en esas seguimos. En ese quiero y no puedo. Si los lovers no lo entendéis, yo os lo explico. Se trata de elegir entre el PSG y la soberana mierda de celebrar el santo de Valen. Ojalá os enteréis algún día que hace demasiado frío para enamorarse.

Madrid no se conquistó en un día. Y si hace falta nos quedamos dormidos con las botas puestas. Si no hay fotos es que te lo has pasado demasiado bien. Y así pasa, que con tanto suero de la verdad y tanto Kw research puedo confirmar dos templos: que no existe mecanismo para parar tanto eje y que sí, estoy preparada para dar una masterclass sobre Los Jotas, los nuevos Javis.

En fin, llevar tres años contando batallitas por estos lares no se podía celebrar de otra manera que haciendo un #EsMuyTú. Y cantando Fran Perea sin que fuera puro teatro. Y que lo mismo nos da ocho que ochenta, que fiestas pueblerinas que ir de Strokes por la vida. Siempre salimos a jugar pero no hemos venido a ligar. La Aduriz de la noche se queda en casa hasta nueva convocatoria de Ziganda. Si hay algún Kuko en la sala, que no saque la pizarra porque tengo justificante. Pero ojo, (siempre) hay partido.

Ojalá acostumbrarse a jugar los lunes como los de mitad de tabla. Pero es que así no se ganan ligas.