el viaje de copperpot

Murcia. 4 o 5 de mayo. Íbamos del escenario que antes se llamaba Jagermeister al Thunderbitch. Bueno, miento, íbamos camino a la mítica barra Red Bull. En ese camino haciendo eses y sin saber por qué, se abrió el melón. Dos (indies) nacidos en el 88 empezamos a hablar de ese disco. De ese álbum que ambos teníamos original y que elevamos (en presente) a nivel de discazo. En ese momento pensé que no estaba sola y que la calidad, sí es buena, crece igual en un pueblo de 700 habitantes que en la capital donde no hay playa.

Este fin de semana ha vuelto a salir el tema entre visionarios de la vida. Dos veces en menos de un año. Mola recordar que hubo una primera Amaia que sí tenía apellido y que si no eres de la generación de ‘El Viaje de Copperpot’ es que no lo puedes entender.

La Oreja cumple 20 años en el año de las décadas y da miedito. Pero lo que más acojona es ver el nuevo anuncio de Mahou y sentir que cada una de la frases del spot son dardos que suenan a la bso de tu adolescencia y que ahora están a punto de clavarse en la diana de #Los30.

“Qué rápido cambia todo. Al menos sigue siendo la misma. No, perdona, ahora está mucho más buena. Tiene el mismo sabor de siempre, pero sabe a más cosas. Para mí nunca ha dejado de saber a rock”.

Lo que viene siendo un “que esto no cambie o que no cambie yo”. Fui la niña de azul en el colegio de monjas que sabía que había que quedarse a esperar porque ‘El Viaje de Copperpot’ escondía un tic- tac como bonus track. La de siempre que ahora aprende a escuchar a ese duende que está ahí y que sigue flipando con King George. No hay otra. Somos lo que escuchamos. Antes y ahora. Que estamos mucho más buen@s.

Otro día hablamos de I was dead for 7 weeks in the city of angels.