ningufoneo

Sin yo haber pasado por eso, el sábado me robaron el móvil. Un roce en el bolso y te quedas con las manos vacías. Porque sí, nuestra palma de la mano ya tiene forma de Smartphone. ¿Y qué se hace? Pregunté yo a la salida del garito. Pues vivir, algo que aprendí días después.

Si este blog habla de la ciencia social, no me quedaba otra que hacer un challenge accepted. Esto fue lo que aprendí durante 6 días sin móvil. Esta es mi historia, Patricia.

No espero los buenos días de mi perro ni de mi madre comprobando que me he levantado para ir a currar. Sólo espero poder despertarme porque (ahora) no tengo despertador. Gracias ipad por sobrevivir renqueante estos seis años.

Qué hora será. El juego de adivinar la hora empieza cuando sales fuera de tu zona de confort. Creo que la última vez que tuve un reloj en la muñeca fue en el último examen de la carrera. Así que, más relojes en las plazas o las gasolineras, por favor. Si Madrid es un pueblo, que lo sea a todas horas.

Empecé a caminar sin música. Oliendo las nubes, aspirando contaminación de la buena, odiando la lluvia…En fin, hacer lo de siempre pero sin auriculares.

Al cabo de 3 días, caí en la cuenta que podía hablar con mi madre por Facetime. Cateé primero de iOS, vale?

Viví con la sensación de estar fuerísima. De ser una FOMO de la vida y haber perdido el trono de ser la abeja reina del stalkeo. Ojalá me espere al salir de este reality.

Ya no voy pa’ tu Insta a ver qué sale. Si Élite era (mi) droga, también soy la yonki del Insta. El Insta es mi panel de Homeland y no estar es ese mood es muy jodido.

Al llegar a casa deshojé la margarita en pleno otoño. ¿Quién me habrá escrito cuando vea que mi última conexión fue el sábado a las 2:56 de la mañana? Un phubbing pero sin estar de cuerpo presente. Toca cambiar el refrán: quien bien te quiere, te hará llegar un guasar (aunque lo veas cuando tengas la edad de Cristo)

Me quitan el whatsapp y yo ya no. Pregunté cómo acabasteis la noche por messenger como en los tiempos de Tuenti. Ay cuánta ilusión había 2009 por llegar a casa y cómo nos molaba esperar a la mañana siguiente.

Hasta que conseguí un teléfono para poder llamar y en cuyo caso, volver al SMS (sin salir en La Sexta), me planteé apuntar los teléfonos en un papel. Pero ¿pá que? ¿Desde dónde pensaba que iba a llamar? Tiré pa’ lante como cuando ibas con tu madre al mercadillo los sábados y la perdías de vista entre los puestos. Siempre te encontraba. Pues eso.

Ya con mi móvil nuevo en la mano veo que se me han borrado esos mensajes de las conversaciones de las 3 am. Ahora sé que esa persona existe pero que ya no me interesa su contenido. Real life y vuelta a las tres de la mañana donde empezó todo esto.

Por aquí no somos de decirlo todo a la cara, pero tampoco quiero mentir a la audiencia. Estos días he tenido una conectividad mínima pero cero acceso a la app que es el punto G de las relaciones si “jodido” se escribiera con “g”. Como no fue mea culpa al menos que sea un todo por la causa, Patricia.

Y ahora que me dicen que el núcleo está muerto, que no se vaya de parranda porque luego nos roban el móvil.