Sólo que esta vez te planteas en serio el quedarte a compartir cama.
La melena te huele a humo y la noche te pilla sin tacones.
Repites camisa. Y ésa no eres tú.
Vuelves a contar tu teoría de que el buen pintalabios marca pero no mancha.
Impregnas tu carmín en esa taza de a hard day’s night. Como la tuya.
Te llaman sosa en vez de borde.
Y tú sigues arreglándolo con tu sambenito de “yo soy la mala”.
Vuelven los after de guitarras en habitaciones y las previas en la casa de los Beatles.
Los días de mochila y bambas y las conversaciones de ventana con mantas a lo Cruella de Vil.
La noche del burro Platero y de pelea en los burritos.
De FIFAS apilados y de veinteañeros en chanclas y pantuflas.
La cerveza te supo a clamoxyl y la inmunidad te la otorga el ron.
Iba a ser como el dejar de fumar y otros acaban de empezar.
Hablamos de Girls y también de las nuestras.
El círculo se amplía pero el núcleo ya no presta ni una copia más de llaves.
Con un ‘tú y yo’ nos entendemos. Y ojalá tú y yo también.
Negarse a ser la puta oreja. No tenemos cinco años.
Que la gente folle en paz y dejaos de celestinas modernas.
La vida es un Big brother y un wc.
Todos locos.
Jodiendo noches y sin joder.
Echas de menos al dramas y mucho.
La pregunta ‘¿estudias o trabajas?’ te ha pillado recibiendo la invitación personal a tu primera boda.
Y el ‘esta noche no salgo’, subiéndote los panties negros por quinta vez en el baño.
Qué fácil fue siempre convencerte y qué rutina el vacilarte.
Que la brujería es superchería. Lo nuestro es de Pintxo en Bilbao y las despedidas no cantan al miedo de Carlos Tarque.
Más por favor.