Yo solo vine aquí para hacer amigos. Bueno, más bien para agrupar a cada pandilla en su chat correspondiente. Whatsapp pretendía ser eso. Un comunio de la amistad. En la agenda personal seguías teniendo contactos moralla a los que (si acaso) escribirías en un «aparte». Pero con los colegas de verdad tenías un chat conjunto con nombre propio. Eran los buenos. Que sí, que luego vendrían las nuncaquedadas, las despedidas de solter@s y el chat de los deberes de papis y mamis. Pero nadie nos explicó que esto podría derivar en un cuadro clínico. En un consultorio llamado whatsapp.
Antes, todo esto eran chats de amigos. Jijís, jajás. «¿Follamos?» Ah, perdón. Esto no iba aquí. Pero que alguien me explique cuándo nos pusimos la bata blanca y fuimos todos médicos mientras hurgábamos en nuestra rebotica costumbrista. Si entramos ya en esa dinámica de sabelotodos curanderos, mal vamos.
Me niego a que en un abrir y cerrar de chat, esto empiece a sonar como nuestro himno generacional nº 88. En rotundo. Porque me habían contado que ser (casi) treinteenager era otra cosa. Que la edad se medía en series y que podría ser un buen momento fucker de nuestra vida. Pero…ahora todo son bajas. La vida es un prospecto y de este bucle solo se sale pronunciando las palabras mágicas: «necesito una birra!» He dicho.