Lejos de que la vida sea un carnaval, mejor que sea un festival.
Antes de pretemporada, los ojeadores quieren saber si juegas en las grandes ligas o pisas terreno de fútbol camp. No calientes porque entras ya. Ya sabes que lo importante no es cómo se entra, sino cómo se sale.
Las hay muy indiegnas y lo ven todo. Llegan pronto y vuelven a casa en coche. Van, ven tocar y se van. Una ruta capicúa. Cero misterio, cero acelerones.
Coleccionistas. Se las ve venir de lejos entre destellos y flashes. Son la versión cerveza de los festivales. Líderes de espíritu. Un ‘que sí voy pero mejor me voy ya’.
Las que ven todo. Sin el “lo”. Hasta el final. Un poco borroso. A gatas por calles muy estrechas pero poniéndolas. No buscan dar la sorpresa pero meten gol por la escuadra.
Melómanas entusiastas. La cara b de los festivales. Y la c. Con méritos en no traer el cartel aprendido de casa pero con su indiepedia bajo el brazo. De las que van a por medalla y la ganan.
¿Se nota? ¿Se siente? El indie (casi) está presente.
Mucho monazo de festival.