Nos hicieron creer que el verano era una canción de Delafé y las Flores Azules. Una historia de primeros besos fabricados en primavera con infinitas noches por delante. De lunes a domingo. Esos besos ya salivan mientras se beben las mañanas de septiembre. Las últimas de ese estadio de júbilo de endorfinas. Pero más allá de toda esa efervescencia púber y de los ligues con nombre de verano, la estación más corta del año se parece cada vez más a la Liga. Sobre todo, si el partido se desarrolla en un little Big Brother. El reality de toda pequeña aldea.
Cuando el imperio de Don Amancio llena sus burros de estampados liberty y de pantones suaves, el asueto ha acabado. Estás oficialmente de pretemporada. Ya te has cruzado con las primeras pieles de gallina en shorts y las tímidas falditas voladoras por los vientos del metro. Te toca calentar. Es hora de allanar el terreno si no quieres morder el polvo los próximos tres meses. Tirar la caña a través de mensajitos nunca falla. Ella es feligresa de la teoría del anzuelo aunque le cueste reconocerlo.
A pesar de tener un ojeador en cada esquina del bordillo de la piscina, cuesta encontrar al fichaje del verano. Se le identifica por su carnet de forastero, sus complementos con etiqueta cara y su jerga repleta de vocablos de la capital. Si el revulsivo está dispuesto a quedarse hasta el final del reality, el grupo de cheerleaders en bikini dará el ok. Y así tendrá el apoyo de las ultras jornada tras jornada.
Segundas partes nunca fueron buenas, pero muchos partidos se ganan el minuto 90. Entran en juego las viejas glorias. Quien tuvo, retuvo. Y más los que vuelven de hacer las Inglaterras. Es el regreso del hijo pródigo. Quiere pisar el césped que le vió crecer y hasta besarlo. Y a ti hasta te ha hecho hasta campeona de un Mundial.
El campeonato es una emulsión de sentimientos vividos a flor de piel bronceada. Los encuentros de fin de semana y el convivir con ex(es) dentro del vestuario te aúpan a coger galones. La capitanía te llegó cuando aprendiste a hacer la cobertura a tus amigas. Un pacto mutuo de primero de reality. Los saludos en días de partido y el “si te he visto no me acuerdo” de después es el “cierra la puerta al salir”. Un largo etcétera del día a día que fuera del círculo estival pueblerino carece de sentido.
Lo que tú quieres en verano es poder tomar helado. Y veranear en las Rías Baixas. Norte, mucho Norte. Nunca tendremos uno al estilo Damm, pero el de aquel año nunca vuela. Y aunque el balón haya empezado a rodar y esto huela ya a traca fin de fiestas, seguiremos queriendo regresar para coleccionar los cromos de cada temporada. Porque la Liga es el retrovisor del verano.