Recuerdo haber leído –no sé muy bien dónde- algo así como que si tienes que explicarle las cosas a alguien, ya no mola. Esto no va sobre ser un egoísta de la sabiduría y no querer compartir el contenido propio o ajeno con la clase. Sino más bien del sentimiento de pertenencia a algo que por más que te esfuerces en explicar, los demás nunca lo entenderían. Algo así como ser del Athletic.
Los titulares antes vendían periódicos. Ahora la titularidad está en el click. Y de un tiempo a esta parte, el sinónimo de gol está en su equipo y yo soy el nuevo fichaje. Soy uno más. Porque es cierto que llegada una edad, ya no se necesita tener más amigos. Pero también llega un momento en el que la vida te hace elegir entre salir de día o vivir de noche. Así, sin querer queriendo. Y siendo parte de esta cuadrilla creo que está claro de qué palo vamos.
Con ellos (no) es diferente. Los chavales también te acompañan a mear, te cuentan con quién han follado y te rescatan de las turras más épicas de la noche. Además, muchos de ellos también bailan y son muy guapos. Yo con mis amigos, entre Griezmann y el viejo fútbol, también hablo de bandanas y de las novedades del Insta en nuestra tertulia particular. A ver si esto va a ser el feminismo y no lo sabíamos.
Los chicos son como esa droga que engancha. Y yo hasta me he hecho amiga de sus novias. El próximo round es conquistar a sus madres. Verás. Pero recuerda mamá: sólo somos amigos.