Pongamos que fue la noche del flechazo, pero sin flechazo. Una noche de las de no llegar a los treinta y de las de coquetear con los veinte. Para echarse a temblar. Una rentrée tras el (no) verano que pintaba de Maravilla. Pero no hubo retirada a tiempo. Nos quedaba mucho fútbol. Y vimos amanecer como se ve en septiembre. Tarde y en manga larga. Fue una de esas de las que es imposible hacer un Bielsa. Imposible dar la espantada. Porque no te dejan. Ellos no te dejan.
Y ojalá no lo hagan nunca. Porque son ‘Casa’, que diría Ferreiro. Lo son sin porqué. Y los “más que”, ya vendrán. O si quieres, no. Un bromance no lo tiene cualquiera, amigo. Y la carrera en escuchar la retahíla de historias de ex(es), tampoco. Se llama ser la ONG del amor. Un puto crowdfunding. Y lo único que queremos es comer bocas. Y que Tame Impala no nos pille pidiendo en la barra.
Que lo nuestro no es normal, es Brugal. “Que la vida es muy puta, pero yo soy más guapa”. Que a ver si un día de tanto pasar página, lleg(amos) al final del libro. Que mola todo ser el Alavés y dar la sorpresa de vez en cuando. Porque ya se sabe: los mejores polvos son los que te pillan sin las braguitas de encaje. Y que todo termina con una buena hamburguesa. Siempre.