Fondo de armario

Toda chica sabe de sobra que el día que desee comprarse toda la colección de Zara Woman habrá llegado SU DÍA. Bueno, quizás se dio cuenta un tiempo atrás cuando algunos pantalones le entraban de pierna y no de cadera, cuando se vetó a sí misma la entrada a la tienda con nombre de violín e incluso, cuando creó una playlist llamada ‘Ya somos mayores’. Ella ya lo sabía.

Pero amigos, ningún cuerpo es eternamente adolescente. Aunque vuestra renovación de estilismo sea más gradual, os toca mover ficha. Se dice que somos más prevenidas que vosotros y como odiamos decir eso de “no tengo ropa para ir a currar”, almacenamos poco a poco nuestro ajuar de básicos. Recordad que nos mola ir de compras por placer y no por necesidad. Así que, coged papel y boli porque éstas son las prendas que todo hombre de bien  debería tener pasados los veinticinco.

-Un abrigo. De paño. De corte recto y abotonado. En gris marengo, marino o negro. Lo usarás en actos protocolarios y en cada Nochevieja. Da igual que esa noche sólo cambies el color de tu corbata respecto a años anteriores (aún no has dado el salto a la pajarita) y que tu traje sume casi un lustro en uso, abotona ese abrigo y sal a la calle cual Xabi Alonso. Olvídate de las trencas y parkas que ya son muy normcore. Cuando lleves ese abrigo, serás el ultra fucker, el líder de tu séquito. Y a nosotras se nos caerán las bragas.

-Una camisa blanca. La prenda unisex en las relaciones. El comodín. El punto G de ambos. El esperarse para ver un capítulo o quedar para leer en los dos lados de la cama. El desayunar juntos en casa. La camisa blanca es como robarle a tu chico el periódico cuando lo está leyendo.  Es decir, tengo el armario a reventar pero no sé qué ponerme. Préstasela, querrás que suene ‘Dance Little Liar’ ya sabes para qué.

Jersey negro de cuello a la caja. De tu talla. Has descubierto el mundo de las pesas y queremos que el jersey marque en justa medida el nuevo grosor de tus brazos. Lo llevarás con una camisa debajo no necesariamente abrochada o con aquella camiseta que compraste en 2012. El hombre de bien sabe que comprar barato acaba saliendo caro.

Gayumbos de futbolista. Que no ciñan. Apretaditos de cintura y sueltecitos de entrepierna. Blanco nuclear. Ni negros y mucho menos azul marino, que pierden color con los lavados. Son el equivalente a tus braguitas negras, más bien, a tu ropa interior negra. Tú ya no juegas con ositos y él no se cree un Superman.

Bufanda. Preferiblemente de lana. Vuestros cuellos también necesitan abrigarse en invierno. Y como aún no estáis preparados para los jerséis de cuello vuelto, sustituirlo por una bufanda tricotada. Y si la ha tejido vuestra suegra, perdón, la madre de una amiga, mejor que mejor.

-No usar jamás paraguas. Es más, os exigimos ser hombres de capucha o de pelo mojado. A no ser, que llueva a mares y vengáis a buscarnos a casa con un paraguas clásico de paseo. Amor infinito.

-Un buen reloj. No quedes en evidencia preguntando la hora por la calle porque te has quedado sin batería en el móvil. Eso es de loser. Eres tú quien lleva el reloj en la relación. De los pantalones ya se encarga ella, aunque siempre te pedirá un doble check.

Mientras ella ha ido coleccionando su LBD, su blazer negro y sus infinitas barras de labios, te ha ido enseñando el dress code diario y tu maduro fondo de armario. Ella hablaba y tú escuchabas. Porque su criterio no es de revista y ella no es cualquiera. Lo hizo como amiga y ha acabado anudándote la corbata. Que por cierto, la compraste tú solito y no es del mismo color que su vestido.

 

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