Existe un pequeño nicho que es capaz de controlar de todo. De saberlo todo. No es la habilidad de retener, sino de haber sido dotado con esa potestad de dominio o con un cerebro MVP. Esos seres extra(ordinarios) poseen un planning construido de forma fortuita. Les da tiempo a leer, a ver series, a ir al cine. A currar, dibujar su draft de nuevos grupos, a vivir la Liga y salir de farra cada fin de semana. A dormir la siesta, a follar y ahora hasta tienen tiempo de seguir la NBA. Encantada de conoceros, hombres de bien.
Si en tiempos de primeros sujetadores y tangas fuimos capaces de quedarnos hasta las mil viendo a Sardá y compañía (cuando nos dejaban), ¿por qué no lo íbamos hacer con la NBA? Si teníamos una cita con Seth Cohen en La 2 una noche a la semana y trasnochamos viendo a Buenafuente y Berto, ahora la dupla Antoni y Guille es nuestro nuevo vicio (guiño guiño querida Paulina).
El buen gusto se entrena en la adolescencia y se premia en la universidad. Los de casi 18 son los mayores fans de la liga del anillo. Se sienten disfrutones y son los únicos a los que les permitimos lucir las elásticas de axila ancha y casi por los tobillos porque ellos sí están en la edad. Ahora bien, nosotros ya conocíamos a Daimiel dándolo todo en We Are Standard (WAS para los que acaban de llegar) y somos expertos en vivir más de noche que de día quedándonos hasta el final. Un win win que supera a los niños de la generación 2000.
La NBA son las nuevas legañas de los teenagers. El cuarto, quinto o sexto poder. El nuevo fútbol. La vida moderna, picaflor. Tú, que tienes pinta de quedarte fuera y pecas de rookie yendo al Mad Cool solo para hacerte la foto con la noria, deja los pompones de cheerleader y contágiate de este pequeño reducto.
Mucho pick and roll y a sentir el picorcito.