Aduriz de la noche

El ritmo se tiene o no se tiene. Haber nacido sin ser un pato mareao’ es un win-win de los buenos y saber bailar lo que te echen es de medalla en el currículum. Pero llevar el ritmo en la sangre es otra copa y a veces ya no quieres pedirte otra (más). Lo que de verdad quieres es pedir el cambio y hacer un pa’ casa.

Bajo el dress code de “quién no crea en las remontadas que se quede en casa” hay días en los que el gol no quiere entrar. Eres titularísimo y vienes de hacer una pretemporada de Champions. Siempre en la pizarra y con el equipo confiando en tus botas. Pero Aduriz (hoy) ha cumplido la edad que nunca aparentaba y no se va a ir el último del entreno.

El Aduriz de Berizzo está cansado, está a otras ligas o mejor dicho, para otras ligas. Cuando le convocan, salta como acostumbra pero se topa con mucho dembow que viste igual que él pero con otros colores. En caliente ya nadie se acuerda de su salto a la liga de los buenorros cuando se dejó barba o cuando se pedía que estuviera entre los seleccionados. Puta vida esta.

Por favor, no recordemos qué bien lo pasamos cuando estaba y te salvaba la noche en un tris. Sabemos que no tiene relevo pero no le dejemos en el banquillo porque se esté aficionando a mezclar la farrita con noches de Netflix and chill. Siempre ha dado más miedo que un jueves de verano y es vasco. Tener es retener hasta el pitido final, así que por favor!

Si se escribe como se sale, se juega como se entrena. Por eso, ser la Aduriz de la noche no es flor de un día. Es algo similar a ser un Godín de la vida. Cojeo y te cascó un gol al filo del descuento. Me pongo de delantero cuando yo soy (más) de despejar balones fuera. Me quedo porque quiero estar. Así que, tritranquilos todos porque no hay cruce con el fin de ciclo hasta la finalísima.

Sigamos creyendo que la gabarra puede sacarse todas las noches. Que para eso nos sabemos el himno titular.