el buenismo

Recuerdo que en Bachillerato una amiga solía repetirme eso de “El hombre es malo por naturaleza” a ver si lo entiendes de una vez. Fuerte que Maquiavelo tuviera razón en todo ese nublamiento adolescente donde todo pesa(ba) una tonelada, y muy fuerte que yo lo acabara entendiendo una década más tarde.

Más que asumirlo iba a convertirme en fan del mal. Ser mala pero buena. Un trampantojo de la vida. Pero ¿qué le voy a hacer si tengo el mal de La Mancha dentro? Ser catequista del mal no es fácil porque el eje no para y siempre hay un buenista en tu feed de Instagram dispuesto a ser un cupido del bien. Pero ¿qué es eso del buenismo?

El Buenismo es ser bueno en falsete. Tiene cara de escuchar a Izal, pinta de fumar mal e irse siempre de puente. Son malos tiempos para la lírica y estáis pidiendo gente buena como pedís otra caña porque los buenistas no sois de ir de after. Sois tan buenos que pasáis las tardes de resaca con las novias si esa noche os habéis saltado la alarma de cronometrar la hora de volver a casa.

El Buenismo es “el tipo de persona que te abraza aunque me caigas mal”. No desea fuerte y se tapa los ojos con una frase de Colubi. Usa todos los cubiertos un domingo por la mañana y se cree Dios sin tener sangre. Es en sí mismo un vinilo de The National en bucle porque es incapaz de ser canallita cantando las canciones de Estopa.

Ser buenista es así. Tan. Demasiado. Qué. Pereza. Que. Me. Das. Y mira que busqué algunos hombres buenos pero cuando me enteré que el buenismo y la suerte se daban la mano, aparta de mi este cáliz que yo lo quiero son cuatro cosas más.

Mal que nos pese, se lleva ser bueno. La religión buenista ha conseguido llenar los corazones vacíos de copas llenas. Eso es así. Mientras tanto, vamos a seguir siendo buenos indies y que Dios reparta fuerte.

P.S. Ahora soy peor. Qué bien tan mal. TráTrá.